En esta nueva entrada del blog de KPI Agroalimentaria os hablaremos sobre qué es una alerta alimentaria, sus consecuencias y cómo debemos actuar.
¿Qué tienen en común los helados, la carne mechada, los aguacates o el fuet?
Todos ellos han sido objeto de retiradas de producto y alertas alimentarias, por diversos motivos, en los dos últimos años. Esto quiere decir que no se consideran seguros para los consumidores. Normalmente, suele ser algún motivo relacionado con la presencia de patógenos o alérgenos no declarados.
El verano de 2019 saltó a la luz una de las mayores crisis alimentarias en nuestro país: un brote de listeria asociado al consumo de una carne mechada afectó a más de 200 personas y causó varias muertes.
Recientemente, hemos conocido la retirada de una gran cantidad de helados por parte de las grandes superficies, debido a la alerta sobre la contaminación de uno de sus ingredientes -el espesante E-410, goma garrofín- con un pesticida prohibido por sus posibles efectos cancerígenos (óxido de etileno).
Como sabemos, estas situaciones tienen un impacto negativo en la opinión del consumidor y en la imagen de marca, ya que generan desconfianza hacia la propia industria y las autoridades sanitarias, encargadas de realizar controles para impedir que el peligro en cuestión llegue al cliente final.
Por otra parte, no siempre es sencillo impedir estas alertas, ya que el riesgo cero no existe. Es necesario mantener una vigilancia constante y unos controles muy rigurosos, siempre buscando garantizar la mayor protección de la salud. Además, para evitar que lleguen a darse estas situaciones de riesgo, es imprescindible contar con las herramientas adecuadas. Un sistema de gestión de seguridad alimentaria correctamente implementado, así como un buen plan de acción y control minimizarán riesgos.
¿De dónde puede venir el peligro ante una alerta alimentaria?
Normalmente se debe a causas:
- Microbiológicas (presencia de patógenos como Salmonella, Listeria, plagas, etc.).
- Químicas (alérgenos no declarados, restos de productos fitosanitarios, aditivos en exceso o no autorizados, metales pesados, etc.)
- Físicas (presencia de cuerpos extraños…).
En ocasiones, también se dan casos de contaminaciones malintencionadas o sabotajes, que pueden tener lugar tanto en las instalaciones de la empresa como en superficies de distribución. Para evitarlos se hace imprescindible contar con un adecuado plan de defensa alimentaria (Food Defense).
Actualmente, el marco normativo europeo busca seguir un modelo integrador con el objetivo de que los productos comercializados sean seguros, sostenibles y saludables. El Reglamento 382/2021, que modifica al Reglamento 852/2004, es el que obliga a implantar un sistema APPCC. Este sistema cuenta con un plan específico para garantizar la trazabilidad el producto desde su origen, y precisamente, esta es la clave para localizar un producto y retirarlo rápidamente en caso necesario. También numerosos reglamentos marcan los límites máximos permitidos de determinados contaminantes, y se van revisando y actualizando periódicamente. Por ejemplo, el Reglamento 625/2017 marca la realización de controles obligatorios.
¿Cómo reaccionar ante una alerta alimentaria?
Pero todo esto, no es suficiente. Es necesario también saber cómo reaccionar para que la estrategia sea lo más exitosa posible. Es decir, se requiere:
- Una preparación específica.
- Una buena vigilancia y seguimiento.
- Contar con un elevado nivel de cultura de seguridad alimentaria.
- Establecer un plan adecuado de comunicación, tanto con las autoridades competentes como con el cliente final.
Además, la comunicación a las autoridades de una pérdida de seguridad de un alimento y retirada de este es obligatoria, como se indica en el Reglamento 178/2002. Este plan debe recogerse en un manual o en procedimientos internos de la empresa, y una característica importante es la transparencia.
También en los estándares como IFS o BRC se recoge la necesidad de un buen análisis de riesgo como base de los planes mencionados, y por ello también se presta gran importancia a la trazabilidad del proceso y la capacidad de identificar y localizar rápidamente los productos afectados. Son herramientas de gran ayuda para lograrlo la adecuada digitalización de los datos y contar con un sistema de gestión integral.
¿Y qué consecuencias puede tener no llevar todo esto a cabo?
Pueden llegar a ser graves: desde riesgos para el consumidor, en caso de presencia de contaminantes por encima de niveles máximos permitidos; pasando por alertas y retiradas de producto, con las consiguientes pérdidas tanto económicas como de imagen, hasta la posibilidad de incurrir en delitos como el fraude alimentario, en caso de poner en el mercado productos no seguros de manera consciente.
En KPI Agroalimentaria te ayudamos a poner en marcha una buena estrategia de gestión de alertas, un plan de comunicación adecuado y te proporcionamos la formación necesaria para mitigar el riesgo de fraude alimentario.